Conducir en temporadas de frío y lluviosas exige una atención especial. No hablamos de viajes a la montaña donde muy posiblemente encontrarás nieve y hielo en la carretera, sino en el día a día para ir al trabajo o desplazarte. La lluvia intensa en cortos periodos, la niebla en determinados puntos de la mañana que reduce la visibilidad y el posible mal estado de la carretera es un cóctel perfecto provocar un accidente.

Adoptar ciertos hábitos y prestar atención al estado del vehículo ayuda a minimizar riesgos y a mantener una conducción más estable y previsible durante estos meses.

Cuando el asfalto está mojado o las temperaturas son bajas, el comportamiento del vehículo cambia. La adherencia disminuye, las distancias de frenado se alargan y cualquier maniobra brusca puede provocar una pérdida de control.

Estas recomendaciones son especialmente importantes en trayectos cotidianos, donde la confianza puede llevar a bajar la guardia. En este contexto, mantener una rutina de conducción más suave resulta clave para prevenir incidentes.

La forma de conducir juega un papel importante, sí, pero también lo es el estado del vehículo, el cual influye directamente en la seguridad. Durante los meses fríos y lluviosos conviene prestar atención a algunos elementos que suelen pasar desapercibidos en otras épocas del año.

Además, dependiendo el viaje que se vaya a hacer, conviene revisar los imprescindibles del vehículo y estar preparado para cualquier contratiempo.

Otro factor a tener en cuenta es la temperatura del habitáculo. El frío no permite conducir con soltura ya que, inconscientemente, se conduce agarrotado perdiendo atención de la carretera. Pasa lo mismo cuando subimos en exceso la temperatura en el interior: el calor agradable tras el frío del exterior provoca una sensación de sopor.

Detenerse unos minutos, estirar las piernas o tomar algo caliente ayuda a mantener la concentración y a retomar la marcha en mejores condiciones.